Aaron

“Siempre soy así”. No estaba enojado ni triste. Parco, de pocas palabras, ceño fruncido y nula sonrisa, él responde lo más corto que puede. Prefiere concentrar sus energías en ayudar con lo que pueda a su mamá.

Aaron, el hijo menor de Viviana, nos rehúye constantemente. No por timidez ni vergüenza: simplemente, nos muestra su verdadero “yo”: Un “hombre” de 5 años que no sólo asume su verdadero carácter, sino que se enorgullece.

Tal vez sus respuestas monosilábicas se debieron a que no tenía deseos de comunicarse con nosotros. Cuando crezca, entenderá que los silencios, los gestos, las miradas y las actitudes comunican mucho más de lo que él quisiera. Sólo se necesita un buen intérprete. Y mucha insistencia. De eso, en el EAS tenemos de sobra.

En el mundo de los adultos nos acostumbramos a disfrazar emociones y reacciones, ya sea por temor, para evitar confrontaciones o simplemente para pertenecer. Estando con él, frente a tanta seguridad, nos permitimos ser nosotros mismos.

“¡Mirá! Yo también tengo cara de culo”, le ironizamos.

Y, finalmente, se le escapó una sonrisa. O algo parecido. ¿Logramos entrar en su fortaleza? ¿Lo hizo para sacarnos de encima? ¿O simplemente expresó un gesto para llevarnos la contra? No lo sabemos con certeza. Pero esa sonrisa se dejó ver, de eso estamos seguros. Y damos fe de que no siempre sucede.

¿Cómo lo deberíamos interpretar? ¿Nos sentimos victoriosos? Nosotros elegimos creer. Como siempre.