Walter: ese grito silencioso

No todos los pedidos de auxilio se pueden escuchar. Hay veces que no pasan por las cuerdas vocales para salir a todo volumen en forma de alarido o de llanto. En cambio, pueden venir encriptados, dentro de un cofre de mil cerraduras enterrado bajo crueles realidades de dolor y angustia.

Walter vive en Formosa en el silencio más pleno. Acostumbrado a los golpes de las carencias, sólo toma aire y acepta la desgraciada suerte que le tocó. Siendo padre de cinco varones, se las arregló como pudo hasta que el destino lo cacheteó donde más duele: primero, le arrebató a su compañera de vida; luego, un desafortunado accidente le quitó una de sus piernas.

Nos repite una y otra vez que no nos preocupemos, que él se las arregla. Que está acostumbrado a las hábiles gambetas de la fortuna. Que va a encontrar la forma por su cuenta. Pero en algún lugar de su honesta e íntegra humanidad, Walter grita. Con timidez. Con el alma quebrada en mil pedazos. Con los labios blindados de sonido. Pero grita.

“En serio, no se preocupen”, insiste. Tal vez no se dé cuenta, pero su silencio aturde hasta romper tímpanos. Son alaridos mudos, suplicando aligerar las toneladas sobre sus extenuados hombros.

No fue fácil de descifrar, pero el mensaje fue recibido. Ahora vamos a buscar el cofre: ya tenemos el mapa y una pala. La llave la tienen ustedes.