
Esta es una acción solidaria parecida, pero distinta a todas las anteriores. Como siempre, nos pusimos en campaña durante varias semanas para juntar todas las donaciones. Como nunca, esta aventura la vivimos desde afuera: los protagonistas, esta vez, son dos voluntarios externos al EAS: Mario y su camioneta, la infalible compañera en sus largas noches de ruta.





Mario no es muy amigo de las cámaras y los reflectores. No tuvo que decirlo: sus expresiones hablaron por él. Nunca se negó a nuestros pedidos de primeros planos ni de su rostro en las redes sociales, pero su perfil bajo es más elocuente de lo que él quisiera.
Y nos cuenta de sus aventuras con su amiga de cuatro ruedas. Ambos hacen repartos juntos. De eso viven. Pero no son nuevos en esta cuestión de la solidaridad. “Era algo que yo venía haciendo solo”, dice Mario. “A veces tenés algo guardado y lo podés compartir con alguien que lo necesite”.



Dar detalles incomoda su perfil bajo. Mueve las manos, desvía la mirada y cambia el tono de voz, como si el protagonismo que está asumiendo fuera pecado. Con sus ojos clavados en el vacío, Mario recuerda a Illia (Misiones), su pueblo natal, que “es muy chiquito pero tiene todo”. “Y ahora abrieron un merendero”, que acaba de recibir una heladera, una computadora, una impresora, ropa, zapatillas, alimentos, utensilios de cocina, muebles, agua potable, libros, juguetes, elementos de limpieza, garrafa y mucho más.
Cargamos todas las donaciones y nos despedimos de los héroes que nos representan en la Mesopotamia argentina. Nuestro viaje al merendero de Pueblo Illia no lo podemos contar sino a través de ellos dos. Él, un incansable trabajador que no olvida sus raíces y que hoy volvió a su pueblo natal por la puerta grande; ella, su compañera de viaje que salió de Buenos Aires con la caja repleta de bolsas, paquetes, sueños y empatía.

Mario y su camioneta, que decidieron entregarse al servicio de los demás, se visten de voluntarios de nuestra institución y este fin de semana son nuestros ojos. Sólo por hoy, estos socios eternos en las calles, avenidas y rutas de todo el país se ponen la cinta de capitán del Equipo de Amigos Solidarios. Y les queda pintada.




