Sí, ya sabemos que estamos grandes y que el señor de barba blanca y abrigo rojo bien invernal (¡en diciembre!) forma parte de una fantasía alimentada por la inocencia de los más chicos. Somos conscientes de eso. O lo éramos hasta hoy.
Este sábado fuimos a José León Suárez y cruzamos ese umbral que ya habíamos dejado atrás cuando entramos en la adultez. Fuimos testigos de la magia del mismísimo taller de Papá Noel, donde no hay injusticias, no hay indiferencia, no hay desigualdades, no hay estigmas y todos los pibes/as tienen derecho a un futuro.
Y ahí estaba Julia. La vimos con nuestros propios ojos haciendo funcionar la maquinaria, organizando, poniendo orden. Vimos a sus colegas, con el mismo sacrificio y corazón, sin esperar nada a cambio. Observamos la ilusión en los ojos de los más chicos, como si por un par de horas se hubiera extinguido la realidad que los rodea en La Carcova.
Reconocimos la magia que habíamos perdido de vista hace décadas. Y entendimos que Papá Noel está ahí, en esas personas de corazón inmenso, en esos rincones del mundo donde todo es sonrisas, todo es esperanza, todo es ilusión y fantasía.
Creemos en que hay muchos sitios como “Altita en el cielo”, donde el espíritu de Papá Noel toma vida. Sólo nos falta descubrirlos.