Aún se asomaba el sol de la tarde santafesina por entre las espesas nubes cuando volvimos a salir a la ruta. Esta vez encaramos unos cuantos kilómetros hacia el oeste, hacia un pueblo no mucho más extenso que Gelly.
Peyrano, hogar de unos 2.500 santafesinos, es una comuna que, desde el cielo, se ve como un rectángulo perfecto. En su extremo oriental se encuentra el hogar de ancianos, nuestro segundo destino en esta jornada tan especial.
Colchones antiescaras, inodoros portátiles, andadores y bastones fueron algunas de las donaciones que les alcanzamos a los adultos mayores que viven en el geriátrico. Pero no todo terminó allí. Una vez terminado el trabajo, nos sentamos a relajarnos y compartir la merienda con ellos y ellas, como para coronar de la mejor manera un día memorable para el Equipo de Amigos Solidarios.
Nos trajimos lo que fuimos a buscar: historias y nuevas relaciones. Porque cuando uno se sienta a disfrutar el atardecer con los mayores, sin tanta contaminación tecnológica a nuestro alrededor, el tiempo transcurre distinto. La vida fluye de otra manera cuando la intentás mirar desde sus ojos.
La luz del sol comenzaba a atenuar cuando nos despedimos, un tanto extenuados por el trabajo, pero renacidos ante la paz de dos pueblos con valores e idiosincrasias tan distantes al frenesí de las grandes ciudades.
Así que ya sabemos: cuando el estrés nos sacuda y la aceleración urbana sature nuestra tolerancia, tenemos adónde ir a limpiar nuestras cabezas.