Este mes fuimos al comedor Mi arco iris de Caseros. Llevamos unos 150 kg de comida no perecedera, verdura y pollo, productos de ventilación y calefacción, estanterías, barbijos, bandejas y utensilios de cocina entre otras cosas. El nombre de este comedor no es uno más. El hijo de Silvia y José, sus creadores, tuvo un accidente de tránsito que lamentablemente terminó con su vida. Y te queremos contar su historia...
El nombre de este comedor no es uno más. Hace unos años el hijo de Silvia y José, sus creadores, tuvo un accidente de tránsito muy grave que lamentablemente terminó con su vida. Mientras se retiraban del hospital totalmente desconsolados se desató una tormenta muy fuerte. De repente, un arco iris enorme apareció entre las nubes. Silvia y José lo tomaron como una señal de su hijo, entendieron que debían hacer algo positivo con todo lo que les había pasado. De esta manera, decidieron por un lado donar todos sus órganos para salvar otras vidas. Por otro, abrir un comedor en su propia casa, para ayudar a todos los niños de la zona que les cuesta alimentarse.
Fue así que comenzaron a dar almuerzo y merienda de lunes a sábado a unas cien personas. La primera vez consiguieron una olla prestada, usaron unos paquetes de fideos que tenían y recibieron la primera donación: una vecina de muy pocos recursos les regaló unas papas. Así comenzó esta hermosa historia.
Silvia nos contó que cada vez que termina su tarea levanta los brazos al cielo agradeciendo otro día en el que tuvo sentido su vida, porque pudo ayudar a alguien. “Mucha gente cree que tiene todo, pero en realidad no tiene nada. Porque no somos nada en la vida. Pero ayudando somos alguien.”, nos dijo.
De eso se trata…